Escucho durante el día el clamor
de la abulia reventando mis puños
haciéndolos más inválidos todavía.
No tenemos fe, no hay lucha a no ser
que sea ésta diaria agonía que nos escupe
a la parálisis y que nos horada las sienes,
ya no hay caminos, estallaron en pedazos
las veletas luminosas de la fantasía
y el alba es dañina, espectro
colándose por los vientres ciegos
llenos de rabia, dispuestos a beberse
los bares y a comerse las almas.
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