sábado, 18 de enero de 2014

IV. DEMASIADO TARDE un poema de José Hierro (con las piedras, con el viento...1950)



Ahora ya es tarde. Quisimos
tocar con las pobres manos
el prodigio.
Ahora ya es tarde: sabemos.
(No supimos lo que hacíamos.)
Ya no hay caminos. Ya no hay
caminos. Ya no hay caminos.

(...)

Cuando nada se desea
todo se posee. Miro
la llama. ¿Quién nos mandó
tocar su centro encendido?
Al fuego se lo posee
con los ojos. (Ni sus hijos
pueden tocarlo.) Ya no hay
caminos. Ya no hay caminos.
Sabemos. El terso sueño
se ha roto. Ya no hay caminos.
Desamparados tendemos 
puentes de espíritu a espíritu.
También el cuerpo quería
romper su lastre infinito.
Las almas a su través 
se buscaban. Se han hundido 
para siempre. Ni se encuentran
las almas. Ya se ha cumplido
lo fatal. Sabemos. Ángeles 
ciegos. Ángeles malditos.
Las almas se han marchitado
sobre los cuerpos marchitos.
Ya no hay caminos. Ya no hay
caminos. Ya no hay caminos. 

Cuando nada se desea
todo se posee. El fino
vidrio de la paz se rompe
deseando. (Como el río,
sólo se para y descansa
cuando deja de ser río.)
Prisa por llegar. Candentes
avideces. Rojo vino 
en el que los vencedores
se igualan a los vencidos.
Oh, cuánta desolación.
Qué caída en el vacío.
(...)

Torno a lo mío:
cuando nada se desea 
todo se posee. (El círculo 
se ha cerrado.) Todo en torno
es lo mismo y no es lo mismo.
Se han borrado para siempre
caminos, muchos caminos.

Y estamos solos. De pronto
nada parece tranquilo.
Nuestra voz suena a voz de otros
que jamás han existido.
Y se cierra todo. Y todo
dejando de ser sencillo.
Ángeles soberbios. Ángeles
ciegos. Ángeles malditos.
Y no hay caminos. Y no hay
caminos. Y no hay caminos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario